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sexta-feira, 16 de abril de 2010

A GRANDE TRANSIÇÃO


Mutation’s en el Sol

Los científicos concuerdan en que hay una variada combinación de factores para que nuestro centro galáctico esté enviando diversos tipos de radiación, que parecen conformar “un rayo” unificado de energía de efectos impensados. Como fuere, todos los hombres de ciencia coinciden en que el responsable de este fenómeno es el agujero negro supermasivo. 


En su polémico libro “Beyond the Big Bang”, el astrofísico Paul Laviolette defiende que el área situada en el centro de nuestra Vía Láctea se activa cada cierto tiempo, “explosionando” en “olas de energía”. Según Laviolette, durante esa fase explosiva, el núcleo de la galaxia vomita rayos gamma, pulsaciones electromagnéticas, polvo cósmico y otros elementos. Por si todo ello fuera poco, el científico calculó que la última vez que ocurrió una explosión semejante fue hace unos 13,000 años. Encaja con la teoría de “dos rayos” durante el gran ciclo precesional…

Y el primer objeto afectado, cuando empiezan estas erupciones cósmicas, es el Sol: Nuestra estrella enana amarilla es la que absorbe inicialmente estas radiaciones que viajan hacia su corona. El fenómeno produciría importantes mutaciones en su estructura y comportamiento, para más tarde afectar, en consecuencia directa, el clima de la Tierra. Y esto lo estamos viendo.

Sin ir muy lejos, el año 2005 —que se suponía tendría pocas manchas solares— nos sorprendió con una explosión de clase “X7” en el Sol. Aquella imprevisible tormenta solar lanzó varios millones de toneladas de protones que se transportaron desde el Sol hasta la Tierra en un espacio de tiempo inferior a media hora, cuando lo “establecido” marca que se demore entre uno o dos días. ¿Cómo viajó tan rápido hasta nosotros?


Estas explosiones, llamadas “eyecciones de masa coronal” (EMC) se han incrementando de manera preocupante estos últimos años. Las más violentas —las “X”— han coincidido con perturbaciones en la red de satélites, toda la infraestructura de la comunicación, la navegación aérea, y ni qué decir del clima. Las EMC se hallaron íntimamente conectadas con inundaciones, huracanes, sequías, y demás perturbaciones en el planeta. Y hay que decir que muchas veces la NASA ha demorado en entregar a tiempo el reporte de lo graves que fueron estas explosiones solares. ¿Por qué? En la medida en que este evento en el Sol se ha ido incrementando —supuestamente, generado por la radiación del centro galáctico— el campo magnético de nuestro mundo fue decreciendo de manera alarmante. Como sabemos, aquel importante campo de energía, o “magnetosfera”, es generado por la rotación del núcleo planetario, una mezcla de hierro y níquel que trabaja como una gran dinamo, creando un “escudo” electromagnético que se desprende por los polos. Este campo de energía tiene relación directa con el Sol, por tanto nuestra estrella podría “influir” en el tamaño y forma de nuestra magnetosfera. Si hay alguna “anomalía” —como la que hay— podría distorsionarlo, o hacerle un agujero.
En los últimos cinco mil millones de años, el núcleo de la Tierra ha rotado generando ese poderoso campo magnético protector, que es 1000 veces más fuerte que el de cualquiera de los otros planetas cercanos, como Venus o Marte. De ese escudo depende la vida y la evolución. De hecho, sabemos que más de una especie lo emplea para sus migraciones o para construir sus madrigueras. Aunque los seres humanos creemos que este es un problema sólo para las aves, las ballenas o las comadrejas, la mutación de nuestra estrella, y su acción en la magnetosfera, podría producir desórdenes para todos.
La verdadera causa de los cambios climáticos, como tormentas, inundaciones, e incluso terremotos, podría estar ligada a las mutaciones solares y su conexión con la Tierra. Si todo esto es ocasionado por la radiación de “Hunab Ku”, los mayas no estaban tan equivocados…

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